viernes, 9 de enero de 2009

La globalización: un viejo cuento contemporáneo

La globalización pertenece a esa lista de términos que forman parte de nuestro vocabulario cotidiano y que, como ya mencionábamos en otro lado, tácitamente damos por entendido.
Tal fenómeno, está ligado esencialmente desde los años noventa del siglo XX, a otros tres factores: la llegada de los tecnócratas al poder, el establecimiento del orden neoliberal y la caída del socialismo real, y con esto, el supuesto advenimiento de un único futuro para la humanidad. La cantidad de literatura y de debates que se han producido alrededor de este fenómeno es incalculable, ya sea en su favor o en su contra.
Lo cierto es que, hasta hoy, nadie ha podido demostrar fehacientemente (comenzando por sus propios apologistas), el origen o la fuente de este mito fundacional de la supuesta globalización. Ni los mismos promotores del término están seguros de su uso: “Asombrosamente, tratándose de un término de uso tan extendido como la globalización, al parecer no existe una definición exacta y ampliamente aceptada. De hecho, la variedad de significados que se le atribuye parece ir en aumento, en lugar de disminuir con el paso del tiempo, adquiriendo connotaciones culturales, políticas y de otros tipos además de la económica. Sin embargo, el significado más común o medular de globalización económica, se relaciona con el hecho de que en los últimos años una parte de la actividad económica del mundo que aumenta en forma vertiginosa parece estar teniendo lugar entre personas que viven en países diferentes (en lugar de en el mismo país)”. http://www.bancomundial.org/temas/globalizacion/cuestiones1.htm)
Lo que hoy se trata de enmascarar o presentar bajo esta expresión, por demás pretendidamente novedosa e inédita en nuestras vidas, no es más que aquél proceso iniciado hace ya más de 500 años, con la expansión de la modernidad capitalista, su mercado y con ello, la mundialización de la cultura lo que Marx llamó, el verdadero nacimiento de la historia universal (aunque a algunos no les guste tal autoría intelectual). A partir de este momento, y a través de la ampliación del mercado mundial y de las redes humanas, es que en cada lugar del planeta, se hizo presente a escala planetaria– ya por fuerza o por voluntad, y con todas sus preeminencias, pero también con todas sus injusticias y desigualdades– el moderno sistema-mundo de la economía capitalista. Vemos entonces que, no es para nada, un fenómeno novedoso y mucho menos inédito en nuestras vidas como se nos trata de imponer.
Pero si entonces no negamos esta condición, de globalización, o sea su existencia como un proceso de extensión, de generalización, o hasta de homogeneización de una única y exclusiva manera de entender y construir la cultura mundial contemporánea, entonces, debemos juzgarla más bien por sus efectos, que por sus causas o sus móviles. Ante todo nos queda claro que lo que importa no es el individuo, el sujeto individual, el tal consumidor, aunque ese interés se disfrace bajo su supuesta completa satisfacción en bienes y servicios (“al cliente lo que pida”). En realidad –como ha escrito Adorno–, lo único que incumbe es la ganancia final, sin importar las vías de obtención, que generalmente son por la vía del engaño, del timo: “el que no miente, no vende”, reza un proverbio eslavo.
Y más allá de esa estandarización supuestamente benéfica –a manera de los sellos de calidad y códigos de barras– que trae la globalización, porque también es innegable que ha habido un proceso de acercamiento, conocimiento y comunicación entre los habitantes de este planeta, lo que vemos en los hechos, es la difusión y la propagación, una mundialización de la violencia, de la inseguridad, del terror, de la amenaza del hambre, de la pobreza, de la miseria, de la ignorancia y de la estupidez humanas (disculpen la expresión amables lectores). Lo verdaderamente serio de esto, es que a los ciudadanos del mundo contemporáneo, se pretenda presentárnosla, junto con su sistema de vida, como el único viable, sin dar cabida a ninguna otra opción, que no podamos plantearnos la posibilidad de otro futuro, de otro orden social, que no sea el impuesto por esta ideología de la tal globalización.

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